Hungría es un país centroeuropeo cuya capital, Budapest, atravesada por el Danubio, atrae cada año a más visitantes. Budapest es uno de los puntos calientes de Interrail por su impresionante arquitectura y su grandeza histórica, pero al mismo tiempo por su sensación de juventud urbana. Por no hablar de la deliciosa cocina húngara: gulash, langosh, salchichas ahumadas en frío, pimentón rojo, platos a base de pimentón, el fuerte aguardiente de frutas palinka y vinos de renombre.

La influencia turca y romana en la cultura húngara fue inmensa y se aprecia en la popularidad de los baños turcos y los balnearios minerales, incluido el del lago termal Hévíz, así como en las ruinas romanas y las ciudades medievales.

Las ciudades húngaras recuerdan hoy el pasado de los Habsburgo, y las iglesias barrocas, los palacios modernistas y los edificios públicos neoclásicos completan las maravillas arquitectónicas de Hungría.

Hungría también cuenta con diversidad geográfica para satisfacer a los entusiastas de las actividades al aire libre: desde las orillas del Danubio hasta las orillas del lago Balatón, pasando por los amplios espacios abiertos de la Gran Llanura y las colinas alpinas del sur, hay un trozo de naturaleza para todos.

La expresiva lengua húngara, de una familia lingüística completamente distinta a la de sus países vecinos, es a veces un obstáculo, aunque cada vez más gente utiliza el inglés, sobre todo los jóvenes. Hablando de juventud, el Festival Sziget es una experiencia inolvidable que acoge a músicos de talla mundial en una isla de Budapest a orillas del Danubio.

Budapest es también una de esas ciudades que nunca aburren. Repleta de monumentos arquitectónicos, desde la colina medieval del Castillo de Buda y la avenida Andrássy hasta el Puente de las Cadenas del siglo XIX, Budapest alberga también impresionantes museos, como el de la Casa del Terror, dedicado al infame pasado húngaro de los brutales dirigentes bajo los regímenes nazi y soviético, y un memorial en homenaje a las víctimas.